En el mundo de los dinosaurios lo pequeño también importa

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Cuando se tiene la oportunidad de ver la reconstrucción de Argentinosaurus, el dinosaurio dedicado a Argentina, es para quedarse fascinado. Se trata de un esqueleto montado en el Museo de Plaza Huincul, localidad del norte de la Patagonia argentina. Es un saurópodo, los dinosaurios con un cuello y una cola muy largos. Cuando se descubrieron sus gigantescos huesos hace unas décadas había una auténtica carrera en descubrir al “dinosaurio más grande” en diferentes partes del mundo, y Argentinosaurus es un buen candidato..

Es difícil, sino imposible conocer cual es el más grande de los dinosaurios. Los fósiles de este tamaño son fragmentarios y resulta prácticamente imposible encontrarnos un ejemplar completo, en el mejor de los casos algunas vértebras articuladas o un fémur de gran tamaño. A partir de estos fósiles, los investigadores hacen una propuesta del tamaño al compararlos con ejemplares más pequeños y completos. Los más grandes sin duda fueron algunos saurópodos que alcanzarían más de 30 metros desde la cabeza hasta la punta de la cola. Se trata de un tamaño extraordinario, casi imposible de pronosticar, sino estuvieran los fósiles.

Pero… ¿eran todos eran gigantescos?, la respuesta es que no. Los había mucho más pequeños, entre los que se llevan el honor de tener el menor tamaño se encuentran algunos dinosaurios carnívoros emplumados. Los había como una paloma. Se conocen bien por los extraordinarios descubrimientos en rocas de 125 millones de años en China. En ellas se ha encontrado ejemplares completos, articulados y con las plumas. Algunos de sus nombres como Microraptor hacen referencia a ese diminuto tamaño.

En estas últimas semanas se han publicado dos de estos pequeñines que tienen la singularidad de ser comedores de plantas, uno de ellos proveniente en la famosa localidad turolense de Galve y otro de Sudáfrica. Gideonmantellia ha sido descrito por nuestro grupo de investigación Aragosaurus-IUCA a partir de un ejemplar descubierto en la década de los 1980 por José María Herrero. Sería un dinosaurio bípedo que podría medir un metro y medio de largo. La anatomía de los huesos de su miembro trasero es de un animal muy grácil y buen corredor. Haciendo un símil con los mamíferos sería una “gacela” de hace 130 millones de años. Podemos ver los restos de este fósil en el Museo de Galve donde se encuentran expuestos.

Hace un par de semanas la red se inundó de noticias con la descripción de Pegomastax, un dinosaurio sudafricano comedor de plantas descrito por Paul Sereno en rocas de hace 200 millones de años.  Sereno es un famoso paleontólogo norteamericano por su participación en documentales de la National Geographic. Sus imagen con un gorro vaquero excavando en medio del desierto sahariano seguro que les será familiar a nuestros lectores. Además de gran divulgador es un prolífico investigador. Pegomastax fue redescubierto en la colección de la Universidad de Harvard donde fue depositado en la década de los 60 tras su excavación en Sudáfrica. Es un buen ejemplo del papel fundamental de los museos universitarios de salvaguardia de fósiles para cuando un investigador tenga los conocimientos que le permitan abordar su estudio como ha pasado con Sereno.

Pegomastax ha llamado la atención mediáticamente por el tamaño, sus dientes y púas. Es fácil encontrar por internet descripciones como el “dinosaurio herbívoro con dientes de vampiro” y “con púas de puerco espín”. A veces con el entusiasmo de hacer sencilla la información científica se puede dar una información errónea. De hecho esos dientes afilados y largos tendrían que ver con la diferenciación sexual y por supuesto nada que ver con el vampirismo. La presencia de largas cerdas situadas en su lomo se trata de una interpretación. En realidad Pegomastax solo se conoce por sus huesos, el aspecto externo de su piel se hace comparando con un dinosaurio chino de su mismo grupo con estas cerdas, por tanto se interpreta que Pegomastax las tendría.

La tercera característica que ha llamado la atención es su tamaño, Nos hemos encontrado titulares como “el gremlin del Jurásico” haciendo referencia a su pequeño tamaño. Si lo viéramos completo, el dinosaurio sería como un conejo. Pasaría desapercibido en el mundo de los gigantescos dinosaurios, ocupando nichos ecológicos en los que competiría con los pequeños mamíferos que pugnaban por hacerse un sitio en el mundo del Jurásico.

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